La Trashumancia

Los caminos milenarios de la Trashumancia, están más cerca de lo que crees. (Foto: coolwallpaperz.info)

¿Que es la Trashumancia?

Expresado de una manera muy sencilla y fácil de recordar, 'trashumante' es aquello que cambia de lugar. Principalmente, el término trashumancia ha quedado acuñado para definir una práctica milenaria consistente en el traslado de ganados desde sus zonas habituales a otras zonas más cálidas y con mejores condiciones para pastar sin riesgo de grandes nevadas durante los meses del invierno, para regresar de nuevo con la entrada de la Primavera.

Estos desplazamientos de miles, y a veces millones, de cabezas de ganado se convirtieron en un modo de vida para los pastores durante generaciones, que a lo largo de los siglos fueron creando toda una red de caminos especialmente acondicionados para esta práctica.

Aunque hoy está casi totalmente en deshuso, a lo largo de la Historia esta actividad tuvo una gran relevancia como primer motor de la economía: creando vinculos, infrestructuras, leyes y protecciones que han sobrevivido durante siglos, casi hasta nuestros días.

Y allí donde las carreteras han sido construidas sobre los viejos trazados trashumantes y han desaparecido todos los rastros de su existencia, hay un aspecto en el que la Trahumancia sobrevive, resistiendo el paso de los siglos y la modernización: los nombres de los parajes y caminos por donde pasaron los pastores .

Cañadas, cordeles, majadas, abrevaderos, puentes, salinas, veredas, molinos, ventas... siguiendo los nombres milenarios podemos imaginar un paisaje sin carreteras, ni tendidos eléctricos, ni edificios. Una vez inmersos en estos caminos milenarios, podemos interpretar el paisaje como lo vieron los primeros pastores trashumantes, cuando sólo los mejores pasos entre montañas y los puntos donde cruzar los cauces y alimentar al ganado eran lo que fué modelando esta red de caminos que hemos heredado y que es necesario conocer para poder apreciarlos y conservarlos.

Cada mes de Enero, la Asociación Ciclista de Montaña rutasMTBmurcia hace una ruta en bici donde interpretamos en el paisaje una pequeña parte de la principal arteria de los caminos trashumantes de la Región. En este sitio tienes más información sobre lo que puedes ver en esta ruta. Ven a conocer el Cordel de los Valencianos.

Los caminos

Los caminos de la trashumancia partían desde las serranías y poblaciones ganaderas, en la dirección requerida, pasando por majadas, descansaderos, abrevaderos, contaderos y puentes, que hacían la ruta más llevadera posible a pastores y ganado. Iniciaban el camino en solitario o en pequeños grupos, pero no era raro que en el camino se fuesen sumando otras cabañas, a veces conformando enormes grupos de muchos miles de cabezas.

Así, según se avanzaba los caminos trashumantes confluían en otros cada vez más anchos e importantes, hasta el punto de que en zonas despobladas algunas de las Cañadas Reales más importantes llegaron a tener más de 200 metros de anchura.

Coladas y Veredas

Desde cada pueblo o pequeño caserío salían los rebaños, adaptándose al terreno y sorteando por el trazado más fácil los accidentes geográficos que hubiera a su paso, como montes, ríos o cultivos.

Estos caminos recibían diversos nombres según la zona, como azagadores, hilillos o coladas. Tenían una anchura variable, y normalmente eran fruto de un conocimiento tal del terreno, que solían ser el mejor trazado posible para ir de un pueblo al siguiente en esa dirección, por lo que la enorme mayoría de estas coladas, terminaron siendo los caminos de herradura, y más tarde las carreteras locales y comarcales de hoy en día.

Todas las coladas de una misma zona o comarca terminan al llegar a un trazado aún más importante, donde convergen, que reciben el nombre de veredas.

Se denominan veredas a las vías pecuarias que unían diferentes comarcas dentro de una misma provincia. Su anchura estaba determinada en unas 25 varas castellanas (20'89 metros). Las veredas concurrían en los cordeles.

En ocasiones se da el nombre genérico de vereda a la totalidad de los caminos para el ganado. Incluso a las Cañadas de mayor entidad, se las denomina como Cañadas Reales o también, según la zona, como Veredas Reales.

Mirador del Paraje de la Contraparada, en la pedanía murciana de Jabalí Nuevo. (Foto: Pepe García)

La primera parada de nuestra salida se sitúa en el mirador del paraje de la Contraparada. Desde aquí, podemos divisar dos coladas: la Colada del Soldado y la Colada de la Ribera de Molina. En esta ocación, ambas coladas no llegan a una vereda, sino al Cordel de los Valencianos justo enfrente de nuestra posición.

Siguiendo nuestra ruta, más adelante llegaremos a la confluencia con una vereda: La Vereda de Poniente, que traía los ganados de las zonas altas de las sierras almerienses y desde Santiago de la Espada, hasta el Campo de Cartagena o Mazarrón.

Cordeles y Cañadas

Los Cordeles tenían una anchura fijada en 45 varas castellanas, o sea unos 37'61 metros. Los cordeles unían generalmente provincias limítrofes, recibiendo las coladas y veredas de cada comarca, y concurriendo hasta las Cañadas Reales.

El Cordel de los Valencianos es la principal ruta trashumante que se adentra en la Región de Murcia. Parte de la Sierra de Albarracín, en Cuenca, y transcurre por tierras manchegas hasta su entrada por el altiplano Yecla/Jumilla, desde donde bordeando las sierras de La Pila y El Carche, se interna en el valle del Guadalentín en dirección al campo de Cartagena y, por la Vereda de Torreagüera, hasta los pastos de Orihuela y Torrevieja.

La Cañada Real tenía una anchura de 90 varas castellanas (75'22 metros). Son las "autopistas" de esta extensísima red de caminos para el ganado. En España hay una decena de Cañadas Reales, que cruzan el territorio en sentido Norte/Sur.

Como ejemplo de la importancia de estas cañadas, diremos que algunas majadas y descansaderos fueron dando paso a poblaciones estables que perduran hasta hoy, como Las Majadas (Cuenca) o Majadahonda (Madrid).Igualmente, el Paseo de la Castellana, arteria principal y excepcionalmente ancha de la capital, se corresponde al trazado de la Cañada Real Castellana que cruzaba Madrid desde puntos de La Rioja o Segovia, hacia el sur de Extremadura y Andalucía.

Mapa de las principales Cañadas Reales españolas. En color azul, las cañadas reales de la Corona de Castilla: 1.- Zamorana 2.- de la Plata 3.- Leonesa Occidental 4.- Leonesa Oriental 5.- Segoviana 6.- Riojana 7.- Soriana Oriental 8.- Soriana Occidental 9.- Conquense o Murciana 10.- del Reino de Valencia. (Mapa: Wikipedia)

El Cordel de los Valencianos

Reciente señalización indicando el Cordel de los Valencianos. (Foto: Pepe García)

De igual manera que hay muchas vías pecuarias denominadas genéricamente "cañadas", aunque por su anchura original o por los puntos que conectan son en realidad coladas o veredas, la ruta trashumante más importante que llega a la Región de Murcia merecería ser denominada como Cañada Real Conquense o Murciana (y de hecho así es en algunas representaciones como la que podemos ver en el mapa de mas arriba), pero en la práctica quedó bautizada a lo largo de los siglos de uso como Cordel de los Valencianos.

Iniciada en la Sierra de Albarracín, los pastores trashumantes que declinaban la ruta más sencilla, la de "bajar el Reino" llevando sus ganados hacia las llanuras litorales valencianas, partían hacia tierras castellanas.

En las primeras jornadas, apenas iniciada la marcha, esta ruta se dividía en dos itinerarios: lo que escogían como destino las dehesas de La Mancha o incluso llegaban hasta Córdoba o Sevilla, o los que tenían como destino los pastos del Campo de Cartagena o el litoral alicantino. Éstos segundos escogían la ruta de la que hoy vamos a recorrer un pequeño tramo.

El Cordel de los Valencianos entra en Murcia por el altiplano de Yecla y Jumilla. Bordea la Sierra del Carche y cruza la Sierra de la Pila, continuando por la Sierra de Lúgar y la llanura entre Molina y Fortuna, llegaba hasta las inmediaciones del paraje hoy conocido como Coto de los Cuadros, donde se "asomaba" al valle del Segura, frente a la ciudad de Murcia.

En este punto, el trazado debe salvar dos obstáculos en su camino hacia su destino en las llanuras litorales: el río Segura y el imbricado sistema de acequias y cultivos que, desde su fundación en el siglo IX, se ha ido extendiendo en el valle del Guadalentín, alrededor de la ciudad.

Así, para salvar estos dos obstáculos, el Cordel se desvía hacia el Oeste, cruza las diversas lomas que hoy forman la urbanización de La Alcayna, y se presenta en el paraje donde nos encontramos ahora: La Contraparada. Aquí, los ganados encontrarán un lugar para descansar, abrevadero y también un puente por el que cruzar el río: el Puente de las Ovejas, del que hablaremos más detenidamente.

El Puente de las Ovejas

La Contraparada es un azud desde donde nacen las dos principales acequias mayores, la Aljufía por el lado norte del río y la Alquibla por la parte sur, que hicieron posible la irrigación de la Huerta de Murcia por parte de los colonizadores árabes entre el siglo IX o X.

Muy cerca, aguas abajo, existía desde tiempos de los romanos un puente en esta zona del río, que era aprovechado por los pastores trashumantes para cruzar el Segura. Este puente, sin embargo, estaba construido de madera o de materiales muy precarios, así que normalmente desaparecía arrasado por cada una de las frecuentes crecidas o "riadas" típicas de los ríos del Sureste.

Plano de la Contraparada con la situación original del Puente de las Ovejas, de 1760.

Esto cambió el 27 de agosto del año 1271. Ese dia, el rey Alfonso X autorizaba a diversos vecinos de Murcia para construir un puente de piedra sobre el río Segura, otorgandole la exclusiva de éste paso entre Calasparra y Guardamar.

Hacer un puente de esta embergadura, hace diez siglos como ahora, no es nada barato. Los encargados de su construcción, obtendrían a cambio un peaje: una cabeza de cada mil que atravesaran el puente. A lo largo de los siglos, la cobranza de este impuesto fué pasando de mano en mano, llegando incluso a recaer en los frailes Jerónimos de La Ñora.

El puente original fué igualmente destruido en varias ocasiones por las inundaciones y desbordamientos. Hay datos de su reconstrucción al menos en 1416 y 1653. Pero en la Guerra de la Independencia (1808-1813)coincidiendo con el inicio del declive de la actividad trahumante, llegó su fin definitivo.

Cuando empezamos a hacer estos recorridos, había que hacer un ejercicio de imaginación para situar el Puente de las Ovejas en su lugar, pero afortunadamente, en el año 2011, con fondos Feder europeos, la Confederación Hidrográfica del Segura rahabilitó la zona con un proyecto de mejora y acondicionamiento que incluía una recreación de este puente, que mide 79 metros y pesa 32 toneladas.

Importancia del Puente

Sin duda, el paraje en el que nos encontramos tiene una importancia fundamental desde el punto de vista histórico, debido a que las sucesivas obras hidráulicas construidas aquí por los romanos, y perfeccionadas después por los árabes, permitieron la transformación de una zona pantanosa y regada sólo con los habituales desbordamientos, en una tierra feraz y que durante siglos sería una de las zonas de aprovechamiento agrícola más importantes de Europa.

Pero es que, además, una circunstancia lo hace aún más destacado y es que posiblemente aquí mismo sucedió algo trascendental para el desarrollo de la Trashumancia en todo el país. Para explicarlo, tenemos que empezar contando por qué en el siglo XIII la corona decidió apoyar y regular con todos los mecanismos legales a su alcance al pastoreo trashumante, y también por qué es más que probable que este proceso se iniciara justo aquí, en La Contraparada.

La industria textil es muy importante en la Edad Media. Concretamente hay dos productos por los que suspiran, por su gran calidad y altísimo precio, las emergentes clases burguesas de toda Europa: la seda china y la lana castellana (el vellón).

Todo empezó por los comerciantes genoveses, que recorrían el mundo buscando abrir nuevos mercados, como el veneciano Marco Polo. Decididos a llevar a su país una nueva raza de oveja autóctona del norte de África, cruzaron el territorio peninsular cada vez más reducido de dominio árabe, y al llegar a Castilla se dieron la mano varias circunstancias para que esta nueva raza de oveja hiciera auténtico furor.

Según algunos historiadores, esta nueva raza era oriunda de una región del norte de Marruecos gobernada por los Benimerines, por lo que con el tiempo fué bautizada como raza"merina". Aunque la carne era de peor calidad, su lana de la merina era mucho más fina y abundante de la raza autóctona castellana, la oveja churra. Y además, se dió la circunstancia de que la merina tenía dos partos al año (en lugar de uno de la churra) y se adaptó perfectamente al clima y los pastos de la meseta castellana.

Asi, el negocio de la lana se convirtió poco a poco en el principal producto con el que Castilla financiaba sus arcas públicas. Los paños de Castilla eran demandados en medio mundo conocido, incluso con posterioridad los Reyes Católicos impulsaron la integración de mano de obra campesina hacia nuevas concesiones de telares en las principales ciudades. En este proceso, los pastores trashumantes cada vez tenían cañadas más grandes, y hacían mayores desplazamientos. Estas enormes cabañas provocaban serios daños en los cultivos, y además había muchas disputas entre los pastores por temas de reses perdidas o derechos de paso, que a menudo se resolvían en encuentros entre los pastores llamados mestas

A todos estos problemas, vino a ponerles fin el ya citado rey castellano Alfonso X "el Sabio". En 1273, creó el Honrado Concejo de la Mesta. Reunió a los pastores trashumantes y les dió importantes privilegios, como derechos de paso y pastoreo, menores impuestos que a los agricultores, eximirles de testificar en los juicios o hacer el servicio militar, etc. Esta figura fué abolida bien entrado el siglo XIX.

Y aquí es donde entra el protagonismo de la construcción de nuestro Puente de las Ovejas, que es el único precedente conocido, sólo dos años anterior (1271) a la creación del Concejo de la Mesta (1273). De este modo, es muy posible aventurar que en alguna de sus frecuentes visitas a estas tierras del monarca con motivo de las frecuentes revueltas mudéjares, anticipara aquí lo que después aplicaría en el resto del Reino de Castilla.

Los pastores trashumantes

Esta zona de La Contraparada era, sin duda, uno de los puntos marcados en la ruta de los pastores trashumantes. Aquí encontraban uno de los llamados descansaderos donde el ganado podía pastar, beber agua y descansar. Posiblemente hubiera alguna choza o majada para el descanso de los pastores.

Los pastores trashumantes disponían en su viaje sólo de lo imprescindible.(Foto: castellonenruta.com)

El hato, como se llamaba a los enseres domésticos imprescindibles que cargaban normalmente en mulas o reses, debía ser lo más exiguo posible. El desayuno y la cena normalmente consistían en unas sopas de pan en aceite o sebo. Sólo en domingos o algún festivo, el rabadán o pastor responsable de cada cabaña, permitía cocinar unas migas, aunque esto fuese un derroche de pan y aceite. El único por encima de su rango era el mayoral, por debajo estaban por orden de rango el compañero (segundo en el orden )el ayudador y por último el sobrado, cada uno con sus funciones.

En toda expedición trashumante iba un aprendiz, llamado zagal, que se ocupaba del caldero o puchero, y repartía a cada pastor su cuchara de madera o hueso. Todos comían directamente del puchero, no había platos, y metían la cuchara en el orden de su rango, dejando de hacerlo durante el tiempo en el que bebía cada uno de su bota para que nadie perdiera el turno y quedara en desventaja. Al terminar, era el momento de comer el zagal las sobras del caldero, y limpiar todos los enseres. Por aprovechar, hasta el agua de la limpieza del caldero se mezclaba con harina de cebada, que se daba de comer a los perros.

Otra de las figuras trashumantes era el sobrado o persona (expresión que viene por ser "persona de más"), pastor que arreaba al ganado en la parte trasera y que tenía a su cuidado el hatajo de las recién paridas y sus crías. Cada cometido tenía su nombre: el pastor encargado de avivar el fuego recibía el sobrenombre de el diablo, y el ropero era el encargado de hacer y repartir el pan.

Pero mucha más gente se necesitaba en todo el proceso de la trashumancia, por ejemplo para el esquileo: los capataces y los tijeras; los recibidores, que recogían los vellones de las ovejas; los vellones, que los llevaban los almacenes y los apiladores, que los amontonaban; los ligadores, que ataban a las reses y los moreneros, que proporcionaban polvo de carbón y vinagre para curar las cortaduras; las vedijeras barrían la lana caída y los escanciadores daban de beber al restode la compañía exactamente 18 tragos al día, sin contar los del almuerzo, comida y cena. Todos estos "oficios" se han perdido irremediablemente en el tiempo.

Por último, antes de irnos, señalar que los puentes en esta época eran muy estrechos, de modo que servían como contaderos donde contar el número de cabezas, con el doble motivo de saber cuántas se habían perdido o habían parido en el camino, y para pagar el impuesto correspondiente si se trataba de un puente o puerto de montaña con esta prerrogativa.

Hacia la Vereda de Poniente

Desde aquí, el Cordel continuaba por la vaguada que hoy ocupa el acuartelamiento Santa Bárbara de la Brigada Paracaidista. También tenemos que sortear la línea férrea Cartagena-Madrid, y la N-344, por lo que en el siguiente kilómetro no hay más remedio que ascender el principal desnivel de la ruta.

Una vez arriba, mientras recuperamos el resuello, nos encontraremos en la única zona de toda la ruta donde el trazado original no ha sido sustituido por carretera ni secuestrado hasta el límite por los cultivos colindantes. No tiene los 37 metros de anchura de antaño, pero nos podemos dar cuenta de que la anchura del camino no se corresponde con lo que sería habitual en un camino de servidumbre para fincas. En algún punto concreto, diríase que el terreno sigue compactado por el paso de millones de pezuñas del ganado a través de los siglos... pero no nos atrevemos a confirmarlo. No por ello dejamos de señalarlo: es una sensación que no tendremos en ninguna otra parte de nuestro recorrido.

Como hemos dicho antes, el trazado de los caminos trashumantes es siempre el más económico, el más directo posible sorteando todos los obstáculos: ciudades, cultivos o accidentes geográficos. Entonces hay algo que nos llama poderosamente la atención. Si el destino del Cordel es el Puerto de la Cadena, que se sitúa justo en frente nuestro, y ya no hay río ni ciudades (Alcantarilla no era más que un arrabal morisco de unas cuantas familias) ni cultivos... ¿por qué el Cordel sigue impertérrito su derrota hacia el Oeste?

Por alguna razón, el Cordel de los Valencianos, la vía pecuaria más importante de la zona, avanza hasta encontrarse con la Vereda de Poniente, en lugar de ser ésta la que acudiera a su encuentro hasta aquí, para tomar la dirección Sur de forma mucho más económica y directa. Nos falta un dato, porque no hay obstáculos, ni había hace nueve siglos.

La razón, una vez más, la encontramos en el nombre actual de este tramo del cordel. En la placa del Ayuntamiento de Murcia tenemos la respuesta: Vereda de las Salinas Reales.

Los nombres de las veredas nos dan pistas sobre su origen.(Foto: Antonio Morte "Shylock")

Las ovejas, y en general cualquier herbívoro, necesita un complemento adicional de sales minerales, que favorecen su digestión, desarrollo y crecimiento, que no obtienen con su dieta habitual. Los ganaderos lo saben, y mientras están encerrados al ganado se les proporcionan grandes bloques de sal, que los animales lamen obteniendo de ellas los minerales que necesitan. Pero el ganado trashumante no tiene tan fácil el acceso a la sal, así que cualquier oportunidad de ofrecer a sus rebaños un forraje rico en sales, bien merecían un pequeño desvío de unos pocos kilómetros.

¿Y por qué son Salinas Reales? ¿Eran acaso del Rey?. Las Salinas de Sangonera la Seca son un conjunto histórico de primer orden, que por cierto está en trámite de ser declarado BIC gracias a un nuevo interés por rescatar el Patrimonio Histórico que en los últimos años está desplegando la Asociación Legado.

A menudo los lugares del camino trashumante adquirían el título de "Reales", era una fórmula adoptada a partir del siglo XIII que servía para recordar y avisar a los lugareños que todo lo relacionado o que favoreciera a La Mesta, tenía a su vez el favor del Rey. Así, aunque las cabañas trashumantes tenían cinco terrenos vedados: panes (campos de trigo), viñas, huertas, dehesas y prados de güadaña (de siega), cualquier ingerencia que estorbara al paso del ganado y fuese denunciado por el mayoral a cualquier autoridad, podía acarrear graves penas.

Puertos Reales (donde se cobraba el tributo de cinco cabezas por millar para las arcas del reino), cañadas, veredas, salinas, veneros y puentes eran apellidados Reales, para advertir de su importancia.

El puerto de La Cadena

Entramos en la Vereda de Poniente, señalizada aquí como Cañada de Belén. Tras cruzar la autovía, pasamos junto a un edificio conocido como Venta de la Vereda, y tras cruzar el Guadalentin llegamos a la Vereda del Molino, y de ahí continuaremos por la Cañada Real. Cuando pasamos frente a la yegüada Lo Pertiguero, los rebaños que tenían como meta los pastos de Orihuela o Torrevieja, giraban a la izquierda siguiendo la Cañada de Torreagüera. Los que continuaban hasta el Campo de Cartagena o la llanura litoral frente al Mar Menor, como Los Alcázares, tenían que pasar por un último requisito: el paso por el Portazgo de La Cadena.

Muchos murcianos desconocen hoy en dia que el Puerto de la Cadena, paso estratégico desde los primeros pobladores entre el Valle del Guadalentín y la costa, entre Murcia y Cartagena, debe su nombre a la cadena que impedía a los pastores pasar con su ganado por éste sin pagar el correspondiente tributo.

Algunos de aquellos pastores que llegaban a estas tierras con sus ganados transmitiendo el camino de una generación a otra, se afincaron en estas tierras, casándose y formando sus familias en Cartagena, Los Alcázares o Mazarrón, donde aún hoy existen apellidos muy comunes en los pueblos del Alto Tajo o la Sierra de Albarracín.

La creación del Honrado Concejo de la Mesta en el siglo XIII, que supuso la concesión de una serie de privilegios a los trashumantes por parte del rey Alfonso X, generó a través de los siglos grandes rivalidades entre estos ganaderos y los propietarios de las tierras por donde se trasladaban los rebaños. Este pulso se decantó por los primeros mientras duró el comercio lanar entre España y los Países Bajos, que generaba mayor renta que el aceite, el vino o incluso que el oro de América, y por lo tanto ejercían un gran poder ante la corona.

Sin embargo, cuando el comercio con Flandes decayó, la balanza se inclinó hacia el lado de los agricultores y poco a poco la Mesta fue perdiendo privilegios y consecuentemente poder. También decayó el número de cabezas trashumantes y los pasos y servidumbres que habían mantenido intactos los caminos por los que se trasladaba el ganado se fueron ocupando por cultivos.

La decadencia continuó hasta que en el trienio liberal(1820-1823) es abolida la Mesta. En los años siguientes no se restaura pero aún así, continuó existiendo. El enfrentamiento era tan grande que en 1924 se conceden armas gratuitas a los pastores para defenderse. En 1929 desaparece de manera formal y definitivamente en 1936.

Los piensos compuestos, y la posibilidad de trasladar a los rebaños por carretera, en camiones, o incluso en tren, hacen innecesaria o demasiado dura esta práctica milenaria.

Pero, sin duda, es la segunda mitad del siglo XX la que deja a su suerte a los caminos trashumantes, que son expoliados sin freno, cortados por fincas, labrados, convertidos en estercoleros. Ni siquiera las administraciones públicas cumplen con la ley que los protege, y construye carreteras, autopistas, pantanos y polígonos industriales sin tener estos corredores naturales y caminos históricos en consideración.